24.8.10

Breve fue el instante que duró una eternidad .



Hola, dijo. Así, sin más, se acercó a saludarla. Ella estaba tiesa, inmóvil. Respiraba sólo por inercia y el oxigeno le faltaba en aquella habitación. Obviamente respondió al saludo y no pudo evitar sonreír. Allí estaba, de pie frente a ella, con su porte descuidado. Era mejor de lo que pensaba, mucho mejor. Los demás no importaban, ni siquiera era conciente de donde estaba parada.
Actuó de manera improvisada, sin saber que decir ni que hacer, pretendiendo mantener el control. Intercambiaron pocas palabras antes de despedirse, pero la mirada de aquel muchacho valía más que una larga charla. Luego de tanto tiempo pudo comprobarlo en carne viva, él era real. Le hubiera gustado recordar todo el encuentro, cada detalle, cada palabra, cada movimiento, pero se encontraba en un estado de shock que no retenía más que su magnífica imagen. Tenerlo a su lado no podía significar más que un milagro. Y eso, eso no podía ser más que amor.

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