Nunca fui amiga de mis cuestionamientos, y sin embargo cada día parecen multiplicarse más y más. Llega un momento en que nada tiene sentido, en donde tantos pensamientos vagan por mi mente que las palabras se borran, se quiebran y caen en una cascada de desilusión y amargura perdiéndose en un mar confuso. ¿Estoy haciendo algo mal? ¿Debería luchar y seguir intentándolo, o simplemente dejarlo ir?
Las veces que nos cuestionamos las mismas cosas son incontables, no obstante la respuesta jamás parece
Y aún así, una vez que nos convencimos de que se acabó, que no hay vuelta atrás y no queda nada por hacer, aparece él.
Tan perfecto e inigualable que con solo cruzarse en nuestro camino tiene el poder para hacernos olvidar de todo aquello que nos replanteamos por horas, de toda esa situación de drama y amargura por la que pasamos hace tan solo unos minutos. Verlo caminar, sonreír, hablar y hasta observarlo sin hacer absolutamente nada nos provoca un torbellino de emociones que nos deja aturdidas, sin saber que es lo que pasa a nuestro alrededor. Y es en ese momento donde descubro que no existe explicación ni respuesta alguna para lo que nos pasa, por que el amor es así de confuso, dulce y amargo a la vez.
No importa la edad, ni quién, como, cuando o donde, todos jugamos con las mismas reglas. Así que no intentes comprenderlo, porque no funciona. Este sentimiento esta hecho para sentirlo, y no para razonarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario